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SCREWBALL / Impunidad e impotencia

Hace algunos meses se cumplieron 15 años de haberse implementado en esta ciudad el programa “Conduce sin alcohol”, el cual y de acuerdo con datos de la Secretaría de Seguridad Pública y de la Fundación de Investigaciones Sociales A.C. (FISAC), ha logrado reducir los accidentes de tránsito relacionados con el alcohol en un 35%.

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Ernesto Osorio

Lo conocí hace seis años; era jugador del equipo de futbol americano de la Facultad de Derecho de la UNAM y fue su paciencia para adentrar a mi hijo en este deporte lo que me llamó la atención. Era un joven que aprendió de sus padres el valor del “dar”; siempre sin esperar nada a cambio.

No era pretensioso, mucho menos egoísta, y poco a poco fue construyendo lo que para él sería una de sus primeras proezas como deportista: formar a un muchacho cinco años menor que él en un deporte que requiere concentración, dedicación y mucho empeño. A mi hijo lo pulió hasta lograr que lo alinearan dentro del equipo de la Facultad. Entre ellos y con el pasar de los años, se forjó una gran amistad, que después se consolidó no solo en el deporte, sino también en el ámbito personal y profesional.

Siguiendo los pasos de su padre, Sergio se hizo licenciado en Derecho y como abogado replicó también sus enseñanzas; siempre con esa chispa, con su sonrisa limpia y ese don de gente que lo hacía ser un joven muy maduro para su edad. Él y a sus amigos y compañeros de la Universidad conformaron un entusiasta grupo de abogados –en su mayoría recién egresados- para no sólo servir, sino ayudar a la gente. Sus servicios de asesoría legal siempre anteponían la dignidad humana, independientemente a los ingresos que por su trabajo pudieran recibir.

De esa escuela, puedo presumir, se formó mi hijo y las expectativas que tenían para seguir creciendo como abogados eran muy ambiciosas. Tenían todo para lograrlo: juventud, empuje, confianza, amistad, liderazgo y vida.

Pero esta ciudad y la crueldad que encierra en sus calles me atizó una bofetada el pasado fin de semana, pues ese joven con tantas metas por alcanzar, que tenía el destino en sus manos para conseguir que los sueños de cada uno de sus compañeros de trabajo pudieran realizarse, dejó de existir por la imprudencia de un sujeto que en estado de ebriedad embistió a tres automóviles en la Alcaldía de Coyoacán cuando conducía a exceso de velocidad.

Sí, fue un accidente de vialidad; uno más, como los miles que a diario se registran en las calles de esta capital pero que sólo duelen y lastiman cuando algún familiar o una amistad cercana resultan lesionados o mueren, como es el caso.

De más está compartir en este espacio el impacto que la noticia tuvo en el ámbito familiar, pero estoy seguro que si usted, amable lector, estimada lectora, han pasado por una situación similar, sabrán lo que esto significa.

Desde el momento que tomé conocimiento de la noticia, esta ciudad, su gente y su burocracia, me han hecho sentir que estamos solos; solos ante la torpe imprudencia de algunos, solos ante la arrogancia y la indiferencia de nuestras autoridades. Y seguiremos solos mientras no encontremos respuesta a las preguntas que nos suelen surgir en trances como este.

¿Qué hacía un sujeto en estado de ebriedad corriendo por calles del centro de Coyoacán a las siete de la mañana? ¿Dónde estaban los agentes de tránsito que debieron identificar a este loco, antes de que asesinara a un joven y dejara mal heridas a tres personas más? ¿En dónde guardan agentes del Ministerio Público, secretarios, forenses y peritos su sensibilidad para resolver trámites sin tomarse nueve horas, en medio de una tragedia?

Hace algunos meses se cumplieron 15 años de haberse implementado en esta ciudad el programa “Conduce sin alcohol”, el cual y de acuerdo con datos de la Secretaría de Seguridad Pública y de la Fundación de Investigaciones Sociales A.C. (FISAC), ha logrado reducir los accidentes de tránsito relacionados con el alcohol en un 35%.

Sin embargo, en su entorno se han generado vicios y también conductas deleznables de parte de quienes se ponen detrás de un volante con algunas copas encima. Ahí están los “coyotes” que por 200 pesos le gestionan un amparo para no pisar el “torito” o la “vaquita”, y también los inconscientes usuarios de redes sociales que ofrecen alternativas para “burlar” el alcoholímetro y tomar rutas alternas.

Ante ello, y para endurecer aún más las reglas para conducir, en el 2015 el gobierno de la Ciudad implementó el programa de foto multas, cuyo objetivo es fomentar la cultura vial y hacer respetar el Reglamento de Tránsito; cuarenta y cinco cámaras comenzaron a registrar conductas como el no respetar semáforos, dar vueltas prohibidas, exceder los límites de velocidad, invadir los carriles confinados al transporte público, no usar el cinturón de seguridad o llamar por teléfono celular, para multar al infractor.

El programa se implementó mediante un esquema de inversión, que resultó contraproducente para el gobierno capitalino, pues un particular es quien se queda con el mayor porcentaje por el cobro de esas multas, dejando a la autoridad un paupérrimo pago por la concesión del servicio.

Organizaciones civiles, políticos de todos los partidos y automovilistas levantaron la voz por el programa y no tardaron en surgir conductas negativas entre los ciudadanos para darle la vuelta a la nueva disposición. Los amparos se venden como pan caliente a los infraccionados y las quejas se acumulan por cientos en las oficinas de la Comisión de Derechos Humanos.

Lamentablemente es así. No sólo nuestros gobernantes han propiciado la impunidad. Mucha culpa la tenemos nosotros, los ciudadanos, y sobre eso tenemos que reflexionar.

Pero también es importante hacer notar a nuestras próximas autoridades que antes de lanzar sus ofertas políticas, piensen en el respeto a la vida y la seguridad de sus gobernados.

Por eso y desde este espacio, quiero pedirle a la Jefa de Gobierno electa Claudia Sheinbaum deje de ofrecer la cancelación del programa de foto multas para ganar adeptos. Usted ya es la próxima gobernante de la Ciudad de México y lo será para todos, incluso, para quienes no votaron por usted.

Si desea cambiar el sistema de concesión del programa, si no quiere dejar en manos de la iniciativa privada este gran negocio, está muy bien, ¡excelente!, pero el objetivo para el cual fue creado debe prevalecer y fortalecerse mediante el acompañamiento ciudadano y con un compromiso compartido para abatir la corrupción y la impunidad que por hoy nos parte el corazón hasta las lágrimas y nos obliga a cerrar este texto con la impotencia de saber que al menos en este caso, ya fue demasiado tarde.

Lo nuestro es la #política en la #CDMX; si en verdad te late la grilla chilanga en las redes, visita nuestra página: https://elinfluyente.mx

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