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Investigación

CRÓNICAS DE LA CIUDAD / Sor Juana Inés de la Cruz y ‘El Esmeril’

El convento contaba con un claustro grande, varias ruinas de las celdas de las monjas y restos de fuentes. Fue trazado sobre la base de un modelo heptagonal con seis patios: el del gran claustro, el de los gatos, el de los confesionarios, el de las novicias, el de la fundación y el de los cipreses.

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Por Pedro Flores

Hoy es la orgullosa escuela denominada Claustro de Sor Juana Inés de la Cruz, cuyos orígenes datan de finales del siglo XVI, cuando el Convento de Nuestra Señora de la Expectación pertenecía a las monjas de San Jerónimo, inaugurado en 1623. La construcción estuvo a cargo del arquitecto Alonso Martínez López, quien nunca esperó que ese espacio diera origen a uno de los salones de baile más populares de la mitad del siglo pasado, “El Smyrna Club”, mejor conocido como “El Esmeril!

Si en ese recinto de arquitectura barroca que posee una planta de cruz que consta de una torre y campanario, una cúpula semiesférica y dos coros (alto y bajo, destacando este último donde se iniciaban las novicias), fue en donde Adalberto Martínez “Resortes” Resortin de la Resortera, para servirle a Dios y a usted donde quiera, como él se presentaba, alcanzó uno de sus mayores éxitos con la película “Baile, mi rey”.

Su entrada tenía un arco oriental al igual que los motivos internos que le daban un estilo muy peculiar, los cuales destacan en la mencionada película en donde “Resortes” es un gran bailarín, pero se paraliza ante los jueces a pesar de tener de pareja a otra gran bailarina, “Conchita” que es interpretada por Silvia Derbez, y son vencidos, aunque al final ellos salen triunfadores.

El claustro, en donde Sor Juana vivió hasta su muerte, dejó de serlo con las leyes de Reforma de Benito Juárez, en 1867. Fue desamortizado y otorgado al gobierno, quien no hizo inventario, perdiéndose de esta forma pinturas, marfiles, alhajas oro y bibliotecas, para convertirse cuartel de caballería y hospital para militares. Después fue abandonado y en él había vecindades, un estacionamiento y locales comerciales.

A finales del siglo XIX, el expresidente Manuel del Refugio González Flores se lo dio como forma de pago al arquitecto Antonio Rivas Mercado, quien lo regaló a sus hijas en 1927, a Alicia y Antonieta Rivas Mercado, esta última construyó en él un teatro llamado “Ulises”, y un salón de baile nocturno llamado “El pirata”, que se convirtió en el “Symirna Dancing Club” y tuvo su gran época de 1928 a 1957.

Entre los años 40 y 50 estuvo de moda el “Smyrna Dancing Club”, rebautizado por sus clientes como “El Esmeril”, quizá por asociación fonética del nombre original. Por este lugar pasaron las más importantes orquestas y danzoneras de aquellos años, como la de Luis Alcaraz, Prieto y Dimas, La Banda de Pepe Castillo, Alejandro Cardona, José G. Ceballos y Filiberto Cedillo.

El convento contaba con un claustro grande, varias ruinas de las celdas de las monjas y restos de fuentes. Fue trazado sobre la base de un modelo heptagonal con seis patios: el del gran claustro, el de los gatos, el de los confesionarios, el de las novicias, el de la fundación y el de los cipreses.

Todo eso quedó atrás luego de las citadas leyes, pues se establecieron torterías e imprentas todo alrededor de “El Esmeril”, en donde en su mejor época se celebraban todas las posadas, los grandes concursos de baile y, obviamente, los festejos de Noche Buena y Año Nuevo, en donde la gente le sacaba brillo al piso toda la noche.

Ahí se presentaban verdaderos campeones, parejas que año con año recibían su respectivo calendario y una caja de jabón “Caricia”. También fue sede de pachuchos, tarzanes, padrotes y toda clase de vividores e intelectuales, como fueron Salvador Novo y Xavier Villaurrutia, quienes se echaban tremendos bailongos.

Pero todo se acaba, al llegar Alfredo P. Uruchurtu al gobierno del DF, cerró muchos centros de diversión, entre ellos el “Smyrna”. A finales de los 60, el doctor Arturo Romano Pacheco hizo investigaciones antropológicas y encontró diversos utensilios junto a los esqueletos de las monjas, como hebillas, medallas, pequeñas cruces y alambres que formaban las coronas y ramos con los que eran enterradas las religiosas.

Entre estos descubrimientos destacó una lápida de mármol, ubicada abajo del coro que señala: “En este recinto fue sepultada Sor Juana Inés de la Cruz, el 17 de abril de 1695.

Ante tales descubrimientos, el gobierno de Luis Echeverría Álvarez lo expropió en 1971, y en 1975, hasta 1979 su sucesor presidencial, José López Portillo y Pacheco, inició las restauraciones declarándolo oficialmente patrimonio nacional (bajo la protección de las leyes del INAH), y más tarde, por la Unesco, como patrimonio de la Humanidad.

Esta metamorfosis paró en los años 70 con el trabajo de rescate y remodelación a cargo de arquitectos, antropólogos, arqueólogos y restauradores del INAH. Una década después, en 1982, su mantenimiento quedó en manos de la Universidad del Claustro de Sor Juana.

Debido a su adquisición por esa Universidad, dejó su función de culto eclesiástico para convertirse en el Ex-templo, el auditorio principal de la UCSJ, aunque conserva sus retablos barrocos y pinturas relativas a Sor Juana.

Quién hubiera pensado que lo que inició como una orden estricta de monjas pasó a ser un tradicional salón de baile y terminaría en una Universidad.

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