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CRÓNICAS DE LA CIUDAD / ¿Por qué Santa María es la Redonda? (1/3)

Virreyes, personajes ilustres y frailes conforman la historia de esta avenida qie tiene origen religioso.

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Pedro Flores

Miles de veces hemos pasado por la zona de Garibaldi, que es una de las áreas con más historia; desde donde hubo un panteón en el que enterraron a grandes personalidades, convertido años después en el barrio clásico de diversión nocturna de nuestra capital, y que antes de ser la avenida Lázaro Cárdenas, era conocida como Santa María la Redonda… bueno, pero ¿por qué es la redonda?

La historia nos señala que el franciscano Fray Pedro de Gante edificó, en 1524, una iglesia en lo que era el viejo barrio mexica de Cuepopan; el templo se erigió en honor a la Asunción de María Santísima, de estilo barroco sobrio, con una sola torre y un nicho sobre el portón que aloja una imagen de la virgen labrada en piedra, tiene la peculiaridad de que el ábside que tiene el altar mayor es como una rotonda con arcos y esbeltas columnas.

Cuenta una leyenda que este templo, ubicado ahora en la calle de Risa Palacio 46, en donde se estableció una escuela de catecismo para los naturales, que la imagen de la virgen vino incompleta a México, ya que el sacerdote Rodrigo de Sequera trajo de España la cabeza y manos entregándosela al padre guardián, quien se las mostró a una noble dama, quien se ofreció a mandar a hacer el cuerpo.

La tradición oral señala que al llegar a su casa, la citada benefactora, cuyo nombre se pierde en la historia, se encontró con tres talladores que buscaban trabajo. Llena de regocijo, les encargó el cuerpo, asignándoles un área de trabajo en uno de los cuartos de su casa, de esa forma transcurrieron tres días, en los que la dama no tenía ninguna noticia, curiosa se asomó a la habitación y ahí se encontraba la bella imagen completa y los artesanos habían desaparecido sin cobrar.

El hecho se tomó como un milagro y la virgen ganó decenas de fieles que le pedían su prodigio. Esta situación obviamente fue aprovechada por los franciscanos para poder reforzar su catequesis  con los nativos de la zona, quienes por las características del altar, le pusieron Santa María la Redonda.

Muertos ilustres

De  acuerdo con las costumbres funerarias de la Nueva España emanadas del medievo, enterraban a los muertos al interior de las parroquias, conventos, atrios y criptas, pues eran considerados “suelos santificados”, pero cuando ya no había espacio en los templos, enterraban a los difuntos en áreas aledañas denominadas “camposantos”, y a este templo le tocó ser “anfitrión” del cementerio de Santa Paula, inaugurado en  1779.

Por humildad, ahí se hizo enterrar el primer Conde de Regla, título nobiliario español concedido el 7 de diciembre de 1768 por el rey Carlos III a favor de Pedro María Romero de Terreros y Ochoa de Castilla, fundador del Monte de Piedad de México, al cerrar éste, sus restos fueron trasladados a Pachuca, donde fue enterrado en el altar mayor de la iglesia del convento colegio de San Francisco, del cual había sido benefactor.

Asimismo, ahí estuvo enterrada la última virreina de México, María Josefa Sánchez Barriga y Blanco de O’Donojú, quien nunca pisó salones del palacio virreinal, ya que su esposo, Juan O’Donojú, antes de llegar a la Ciudad de México suscribió los Tratados de Córdoba, en los que se reconocía la Independencia de la Nueva España, y dejó así de regir sus destinos.

Ahí también fue enterrada inicialmente María de la Soledad Leona Camila Vicario Fernández de San Salvador, más conocida como Leona Vicario,  tiempo después, el 28 de mayo de 1900, sus restos fueron trasladados junto con los de su esposo Andrés Quintana Roo a la Rotonda de las Personas Ilustres del Panteón Civil de Dolores, hasta su traslado a la Columna de la Independencia en 1925.

También ahí fue la última morada de  algunos héroes de la guerra  1847, como el general Melchor Múzquiz, presidente interino de la República (del 14 de agosto al 25 de diciembre de 1832), su fama creció cuando el 27 de septiembre de 1858 recibió la pierna que el general Antonio López de Santa Ana había perdido en su defensa de Veracruz. En 1881 se ordenó su lotificación, y en 1903 se derrumbaron las últimas bardas.

Absorbida por la “novedosa” colonia Guerrero, cuya existencia inició a finales del siglo XIX y principios del XX en Santa María la Redonda, existía una red de plazuelas y callejones intrincados y sin salida que formaban laberintos de pasadizos estrechos y sombríos, que obligaron al presidente  Porfirio Díaz a montar ocho cuarteles para imponer seguridad.

Todo eso se destruyó para abrir las calles de Mina, Zarco, Soto, Magnolia, entre otras, hoy quedan calles envejecidas y maltrechas que orbitan alrededor de la iglesia de Santa María la Redonda, un barrio que en la mitad del siglo XX llenó de luces, leyendas, personajes, artistas y guapas mujeres metidas en trajes de noche que brillaban como estrellas… pero esa es otra historia. (Continuará)

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