Patricia Sotelo
El ex presidente Felipe Calderón está ávido de reflectores. Los necesita para promoverse y hacer creer a los ciudadanos que tiene una nueva oferta política, que el partido que pretender formar será la salvación del país. Pero lo persigue el estigma de su gobierno, caracterizado por los miles de muertos y desaparecidos que hubo a raíz de la guerra que emprendió contra el narcotráfico.
Durante el conflicto por la rebelión de los elementos de la Policía Federal que rechazan ser incorporados a la Guardia Nacional, Calderón aprovechó que el Secretario de Seguridad y Protección Ciudadana, Alfonso Durazo, insinuara que el ex mandatario estaba detrás de las protestas de los uniformados, para acaparar la escena política.
Más tardó Durazo en decir que no era casualidad que uno de los inconformes de la Policía Federal hubiera solicitado que Felipe Calderón fuera el “representante sindical” de los manifestantes, que el ex presidente en armar un video de 8 minutos y 39 segundos para refutar lo que llamó “la cobarde insinuación” que se había hecho en su contra desde el poder y para exigirle al titular de Seguridad retirar las calumnias.
Pero, además, regañó al presidente Andrés Manuel López Obrador, le indicó cómo resolver el conflicto con los federales, le exigió que no divida a los mexicanos con calificativos hacia quienes no piensan como él y buscó presumir lo que supuestamente hizo bien cuando gobernó el país.
El video se difundió a través de las redes sociales y la reacción de quienes no olvidan el legado de muerte del ex mandatario se manifestó mediante hashtags como #CalderónEsUnPeligroParaMéxico, #CalderónGolpista y #CalderónEsHuerta, este último en relación al repudiado personaje histórico Victoriano Huerta, recordado por su traición a la patria.
Los comentarios y fotografías que mostraban a Calderón vistiendo el uniforme militar evidenciaron que existe un amplio sector de la población que no olvida el trágico sexenio en el que miles de personas murieron y otras desparecieron tras la guerra contra el narcotráfico. Es un estigma que lo persigue, aunque pretenda erigirse como un nuevo líder opositor.
Las cifras del resultado de esa guerra se traducen en más de 121 mil muertos, de acuerdo con el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi), y más de 26 mil desaparecidos, según datos de la Secretaría de Gobernación. Y como consecuencia, miles de familias destrozadas.
Fue tan negativo el saldo de su sexenio en ese sentido, que el Partido Acción Nacional, que lo llevó al poder en 2006, perdió la elección presidencial seis años después y se colocó en tercer lugar. Calderón tuvo que entregar la Presidencia al priísta Enrique Peña Nieto.
Posteriormente, su esposa, Margarita Zavala, contendió por la Presidencia de la República como candidata independiente en la pasada elección, luego de renunciar al PAN, pero siempre tuvo como sombra la imagen de Calderón. Al final, desistió de la candidatura al reconocer que no contaba con el suficiente apoyo.
Quizás Felipe Calderón le apuesta al olvido, a la memoria corta de los ciudadanos o a un abrupto desencanto de la sociedad con el gobierno de López Obrador, y por eso está empeñado en formar su partido político, México Libre, para regresar a la escena política desde el poder.
Tiene hasta enero de 2020 para cumplir con los requisitos de haber realizado asambleas en al menos 20 estados o en 200 distritos electorales, avaladas por 3 mil afiliados en el primer caso, o 300, en el segundo, y de afiliar a 233 mil 945 militantes. Hasta el momento va muy rezagado, de acuerdo con datos del Instituto Nacional Electoral.
Por eso, el ex mandatario está ávido de reflectores y buscará aprovechar cualquier error o medida polémica del gobierno de su rival histórico, López Obrador, para promocionarse, pero no le será fácil ya que su pasado lo persigue.
