Patricia Sotelo
Christopher Landau tomó protesta como embajador de Estados Unidos en México el pasado 12 de agosto. De inmediato se trasladó a la Ciudad de México para instalarse. Abrió su cuenta de Twitter oficial para anunciar que ya estaba en tierra mexicana junto con su familia. “¡Qué honor llamar a la gran CDMX nuestro nuevo hogar!”, escribió.
Luego comenzó a subir fotos de él, su esposa, su hijo e hija visitando los lugares típicos de la ciudad a donde suelen ir los turistas, como las trajineras de Xochimilco, la Basílica de Guadalupe, el Museo de Arte Popular, el Centro Histórico, la colonia Roma y el barrio de Coyoacán. Era clara su intención de conectar con los mexicanos. Se mostró ´cool´, ´nice´, es decir, “buena onda”, agradable.
Incluso, hizo que el número de sus seguidores aumentara considerablemente luego de un tuit en el que reclamó tener menos followersque su homólogo en Grecia, a pesar de que ese país tiene menor población que México.
“Queridos amigos tuiteros mexicanos: ¡éste es un atropello! Grecia tiene una población de 10 mm, mientras México de 130mm. Pero el embajador US en Grecia @USAAmbPyatt, tiene casi 150 mil seguidores, y yo apenas 40 mi. ¿Cómo lo vamos a cambiar? ¡México tiene que ser #1!” tuiteó Landau, y en poco tiempo duplicó el número de seguidores.
Pero el representante del gobierno de Donald Trump, el presidente que goza con insultar a los mexicanos, a los centroamericanos y, en general, a los latinoamericanos, generó una polémica, quizá en un afán de llamar la atención o, bien, de provocar reacciones en la red social. Al visitar la casa donde vivió Frida Kahlo, convertida en Museo, cuestionó las ideas políticas que defendió la pintora mexicana.
“En la casa de Frida Kahlo”, posteó con una selfie de él y la Casa Azul de fondo, “Admiro su espíritu libre y bohemio, y con razón se ha convertido en ícono de México en el mundo entero. Lo que no entiendo es su evidente pasión por el marxismo/leninismo/estalinismo. ¿No supo de los horrores cometidos en nombre de esa ideología?”.
Si el embajador -un abogado conservador sin experiencia diplomática- buscó provocar, lo consiguió. Le llovieron comentarios y muchos de ellos cuestionaron la política intervencionista que ha tenido Estados Unidos en Latinoamérica, desde hace muchos años, y destacaron los atropellos cometidos. Otros, le recordaron la criminal política migratoria del gobierno que representa que, entre otras acciones, enjaula a niños, hijos de migrantes.
Qué bueno que el embajador estadounidense busque conocer no solo la ciudad, sino lo que piensan los mexicanos. Acercarse a la gente le permitirá percibir sus preocupaciones, sus problemas y sus temores, pero también su alegría y su esperanza.
Para ello, le servirá mucho recorrer lugares que no son turísticos, como el barrio bravo de Tepito, Tláhuac, El barrio Norte de Álvaro Obregón o la indomable Iztapalapa. Y también ir a los estados con mayores carencias y con graves problemas de seguridad. Tal vez así logre comprender por qué mucha gente busca oportunidades en otros lugares, como en el país del que proviene.
Es muy probable que Christopher Landau, quien habla perfecto español, pueda sentir empatía por los mexicanos y los latinoamericanos, ya que durante su infancia y adolescencia vivió en países de la región. Su padre, George Landau, fue embajador en Chile, Paraguay y Venezuela. Y ojalá esa empatía influya en su labor diplomática para aminorar la tensión que existe entre México y Estados Unidos por las constantes amenazas de Trump hacia nuestro país.
Quizá por eso el embajador está tan activo en las redes sociales. Busca simpatías para que no lo vean como el malo que viene a hacer el trabajo duro del odiado Trump, sino que viene a conciliar.
Por lo pronto, los mexicanos ya recibimos de su parte una felicitación, luego de que la selección mexicana de futbol le ganará a la escuadra de las barras y las estrellas tres goles a cero, en un partido amistoso. “Los deportes unen”, comentó Landau. Pues ojalá a México y Estados Unidos los una la comprensión, la solidaridad, la cooperación y el respeto. Eso sí sería ‘cool’.
