Pablo Trejo
El pasado fin de semana, la Directora Gerente del Fondo Monetario Internacional, Kristalina Georgieva, declaró en Colombia que las mujeres son “el pilar del crecimiento económico en América Latina”. Para la líder del FMI, “desde las fábricas hasta las aulas y hasta las salas de los directorios, el empoderamiento de la mujer es el factor que determina si un país tendrá un futuro más bien brillante o bastante sombrío”, y debido a ello “la triste realidad es que demasiadas mujeres y niñas en el mundo entero se enfrentan a diario a la discriminación, la injusticia y la falta de oportunidades. Pensemos en lo que eso significa desde el punto de vista del empleo y de la prosperidad”.
Las declaraciones de Goergieva, resultan idóneas en el escenario actual en el que se debate la importancia de las mujeres en todos los aspectos de la sociedad, con un énfasis en su aportación a la economía global, en la que se tiene un registro de casi 90 países en los que existe algún tipo de restricción jurídica a la participación de las mujeres.
Afortunadamente, en nuestro país, las restricciones no son de tipo legal, y responden en cambio a viejas costumbres arraigadas que obstaculizan su desarrollo, generando con ello una especie de barreras invisibles que derivan en ofertas similares de trabajo, pero con diferente remuneración a la de los hombres, pocas posibilidades de ascenso a los espacios de toma de decisiones y menores oportunidades de crecimiento.
No es casual que, en los países más desarrollados, la participación de la mujer en la vida económica, sea mucho mayor que en los países de menor desarrollo, y que muchas de las empresas más grandes y de mayor capitalización, estén comandadas por mujeres. Lo mismo sucede en los espacios de la administración pública, ya que mientras en muchos países europeos, las mujeres encabezan espacios de primer nivel, en países como el nuestro, ocupan espacios de segundo nivel en las carteras de mayor importancia, y aún se vislumbra lejano el día en que se registre una paridad absoluta.
Las acciones emprendidas como lo acontecido el pasado lunes, contribuyen a hacer visible lo que durante mucho tiempo los hombres han ocultado de manera provechosa, que es la depreciación en el valor real de la mujer en nuestras vidas. En la medida en que se centre el debate en la necesidad de revalorizar la presencia de la mujer en todos los aspectos, se estarán gestando las condiciones para el desarrollo nacional.
Si bien es cierto que la Cuarta Transformación ha asumido como una de sus causas la equidad de género y la igualdad de oportunidades para hombres y mujeres, debe aprovechar el poder de su representación mayoritaria, para materializar los discursos comprometidos en pro de las mujeres, y desde el poder, propiciar los cambios que el modelo de inclusión requiera.
Para nadie es secreto que estamos atestiguando el tiempo de las mujeres. Bienvenido sea ello.
