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“Como anillo al dedo”

La verdad sobre el impacto que ha tenido la enfermedad en el país, sigue siendo monopolio de un solo hombre

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Ernesto Osorio

Son los días más cruentos de la epidemia. El miedo y la incertidumbre hacia el nuevo coronavirus crecen a la par de la curva de contagios que han resultado positivos, y las semanas por venir se anticipan todavía más críticas.

Los mexicanos, en su gran mayoría, hemos transformado por completo nuestra  vida en medio de un clima de tensión, generado por la duda, por la incredulidad que enferma y se mete a la sangre como ese virus para sospechar de todo y de todos.

Hoy, no creemos en nada. Todo, es relativo y las versiones sobre lo que realmente sucede, se multiplican por montones. La desinformación y el caos, nos rebasaron.

La verdad sobre el impacto que ha tenido la enfermedad en el país, sigue siendo monopolio de un solo hombre, el mismo que una vez dijo que terminaría con el presidencialismo autoritario y que hoy, ha ganado una batalla contra los medios, aprovechando la confusión por la pandemia.

“Le vino como anillo al dedo”, como el mismo sentenció Andrés Manuel López Obrador.

Pero no solo es solo este gobierno el que con su obtusa manera de entender la crisis, sigue anteponiendo sus intereses al de todos nosotros. Los medios de comunicación, los públicos y privados han perdido la brújula y se han convertido en un prisma de colores diversos, cuya luz se pierde en medio de la confusión y la falta de criterios para entender, jerarquizar y atender las demandas de información que tiene la gente.

“Nadie les cree. Yo, no he visto morirse a nadie. Se me hace que es un invento del gobierno para perjudicarnos, por eso no me pongo nada”…

“No sé qué hacer. Mi esposo trabaja en urgencias y ya se murieron dos de sus compañeros. A él, no le quieren hacer la prueba porque no tiene síntomas, pero yo tengo mucho miedo de que me contagie a mí o a mi bebé”…

“Nunca me dijeron nada. Solamente lo acompañé, lo dejé en urgencias y después de que lo metieron no lo volví a ver; únicamente me entregaron esta caja con sus cenizas, no sé si en verdad es él, o es otra persona. No sé qué pensar”:

Se trata de los testimonios recogidos en diversos medios de comunicación en esta semana; el de un taxista, el de la cocinera de un hospital y el de una mujer, cuyo padre pensionado, llegó por una luxación de cadera al Hospital General y en su acta de defunción se diagnosticó  covid-19, como la causa de muerte.

Todos estos casos, lo único que revelan es confusión, falta de información, incertidumbre y dudas hacia lo desconocido. Nadie, les dice la verdad. El eje rector de toda la información sobre la crisis que vivimos, son y siguen siendo los intereses políticos de quien ostenta el poder a nivel federal, en las Cámaras y en la mayor parte de los estados.

La verdad oficial se abrió paso y todas las mañanas desde una tribuna que el presidente decidió que sería el púlpito desde el cual adoctrinaría a todos los mexicanos, nos dicen que todo está bien; pero también que pasamos por el peor momento de la pandemia. Nos repiten que tienen todo para enfrentar la emergencia,  pero insisten en comprar ventiladores y recordar su convocatoria para reclutar más médicos y enfermeras. Se nos dice que vamos a superar al virus y que la economía se va componer, pero también que les duelen los enfermos y los muertos y que no son sabios, ni sabelotodo. ¿Hacia dónde nos hacemos?: ¿a quién le creemos?

La semana pasada, López Obrador dilapidó el perfil editorial de los más importantes medios de comunicación del país. Dio nombre y apellido de aliados y opositores; agradeció y denostó a unos y otros, erigiéndose como el dueño de la única verdad y nos alertó para no hacer caso a las “fake news”. Para el presidente, sólo hay dos bandos que él mismo crea en su escenario de confrontación: los buenos que piensan o deben pensar como él, y los malos, donde cabemos todo el resto.

“Lo que tenemos ahora es un periodismo muy cercano al poder, sobre todo económico, y muy distante del pueblo. Es un periodismo de élite, que no defiende al pueblo raso”, afirmó. Ese mismo día, el presidente se enteró que su Secretaria de la Función Pública Irma Eréndira Sandoval había dado positivo a la prueba de covid.19, y no dijo nada. Prefirió callar para no matar “su nota”.

¿Es acaso ésta su única mentira?

Según el prestigiado despacho de vigilancia ciudadana, SPIN-TCP, el cual realiza un análisis estadístico sobre la conferencia matutina de Palacio Nacional desde diciembre de 2018, López Obrador ha hecho 23 mil 759 afirmaciones no verdaderas, en 346 mañaneras realizadas desde el 5 de diciembre de 2018, hasta la del pasado 10 de abril. Es decir, ha faltado a la verdad 69 veces en promedio en cada mañanera.

Pero no solo son las verdades ocultas lo que pone en entredicho la palabra del primer mandatario. Las contradicciones entre su equipo de trabajo; el golpeteo político entre ellos mismos por aprovechar la crisis y arrebatar protagonismo son tema de todos los días. Si la Jefa de Gobierno Claudia Sheinbaum dice que el cubrebocas debe ser obligatorio, el subsecretario López Gatell lo desautoriza; si el gobernador Jaime Bonilla en Baja California dice que los datos estadísticos de la Secretaría no son verídicos y que el Seguro Social no entregó insumos médicos a sus hospitales, el dr. Gatell y el Director del Seguro exhiben al ejecutivo estatal como mentiroso y muestran fotografías para sustentar su dicho.

Bajo esa dinámica, el presidente ha resuelto que para informar a la gente, debe aplicar la misma fórmula que usa para repartir las dádivas a los beneficiarios de programas sociales, y de manera directa, ofrecer la información. Por eso, decidió que sólo los expertos en salud, encabezados por el segundo de abordo en el sector tuviera su conferencia en Palacio para ser la única voz autorizada para tratar el tema de la pandemia. Lo mismo hizo ya con la titular de Economía Graciela Márquez para que diga la verdad, la única verdad, sobre los créditos y a partir de la próxima semana, la Secretaria del Bienestar María Luisa Albores, tendrá también su conferencia para hablar de los programas sociales, la bandera de la Cuarta Transformación.

Pero eso no es todo, a estas tres conferencias que se suman a la matutina del gran Tlatoani y se sumarán en breve la conferencia del Tren Maya, la de la Refinería de Dos Bocas y la del proyecto transítsmico…Y así, quizá hasta tener las 24 horas del día dedicadas a “cacarear el huevo”. ¿Valdrá la pena?

Hace casi un año, quien esto escribe propuso en este mismo espacio responder a la pregunta, ¿quién necesita a quien?, los medios al Presidente, o el Presidente a los medios, y firmemente convoqué a mis colegas a dejar de acudir a cubrir el grotesco espectáculo de las mañaneras.. (https://bit.ly/2W6nPJA). Hoy, de frente a la incierta cantidad de víctimas mortales que ha dejado la pandemia del coronavirus y el terrible escenario que se cierne frente a nosotros , insisto en la necesidad de dar una vuelta de timón; en rectificar y como medios atender la necesidad de información que tiene la gente, no la del presidente.

Nosotros, en este espacio no lo haremos, porque esas conferencias, como muchas otras, no son otra cosa, que la ventana de la intolerancia por donde siempre asomará la palabra del caudillo y sus fieles y serviles vasallos.

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