Por Alejandro Zúñiga
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Mientras los bancos en México obtienen cada vez más rápido ganancias millonarias, los cuentahabientes pierden más su dinero por cobros de comisiones, fraudes cibernéticos y cargos injustificados.
Según la Comisión Nacional Bancaria y de Valores, en 2017 el sistema bancario en México no tuvo precedente en cuanto a generación de ganancias. Sus utilidades alcanzaron 135 mil 735 millones de pesos, una cifra que superó casi en 30% las ganancias obtenidas en 2016. Pero la tercera parte de esas ganancias se concentró solo en cinco instituciones calificadas como de las más grandes en México: BBVA Bancomer, Banorte, Santander, Banamex e Inbursa.
Además, solo por concepto de cobro de comisiones, cinco bancos reportaron ganancias por más de 46 mil 937 millones de pesos en el primer semestre de 2018. Ellos son BBVA Bancomer, Banamex, Banorte, Santander y HSBC, instituciones incluidas en el llamado G7, donde se encuentran las empresas financieras que dominan el mercado en México. En contraparte, los bancos concentraron, de enero a septiembre de 2017, el 94% de los reclamos contra las instituciones financieras del país.
En diferente orden, pero son los mismos cinco bancos que más dinero ganaron, según la Comisión Nacional Bancaria y de Valores, durante 2017 las cifras confirman que el negocio de los bancos se ha consolidado en México en los últimos años como uno de los más boyantes, al producir utilidades envidiables en muy poco tiempo.
La semana pasada le contaba aquí, apreciable lector, mi experiencia con Banorte, cuando intenté retirar los ahorros de mi cuenta una cantidad para respaldar una operación que requería un familiar. El banco, sin mediar explicación, “congeló” mi cuenta y me obligó a presentar una reclamación por escrito; tres días después, me depositó en otra cuenta que me obligó a referir si quería recuperar el dinero, aunque hasta ahora no he recibido explicación por escrito sobre esa acción unilateral.
Espero recibirla en breve, junto con los movimientos registrados en un estado de cuenta para hacer mi control de daños.
En mi primera incursión en la Condusef tardé casi cuatro horas en ser atendido. Fue un calvario.
Cuando llegó mi turno, el 87, el asesor correspondiente me recetó un machote con varias leyendas y requisitos de documentos para iniciar mi queja. “Una vez que lo traiga, agregó, le respondemos en máximo 25 días”, lo cual me pudieron haber informado tres horas antes a mí y a todos los que me antecedieron.
La historia se alarga, pero insignificante, pensé, frente a la decena de casos que escuché durante mi larga estancia en la Condusef. Por cierto, sin esos relatos como de ciencia ficción, hubiera sido imposible soportar esa antesala plagada de gente harta, escritorios repletos de documentos sucios y mal acomodados, donde varios quejosos, cuando las llaman, ya huyeron, y otros tienen que aguardar de pie por falta de espacio para más sillas. A pesar de que Ley de Protección y Defensa al Usuario de Servicios Financieros, publicada desde 1999 y modificada por última vez en 2016, ya establece alternativas para propiciar la amigable conciliación expedita entre instituciones financieras y quejosos, pareciera que en la Condusef no aplica.
Espero, no obstante, contarle pronto el final de esta historia. Mientras tanto, es recomendable que los futuros constructores de la Cuarta Transformación empiecen a tomar nota del descontento generalizado, los millones de irregularidades y de reclamaciones que duermen el sueño de los justos o, simplemente, no llegan a la Condusef, por la saturación de esa “defensoría”. Millones de cuentahabientes afectados se los agradeceríamos.
