Jorge del Villar
Me puse mi saco más fifí, le hablé a Madame Francoise Reynaud, quien dignamente representó al Museo de Arte Popular, ubicado en Revillajijedo 11, en el Centro Histórico, para que me diera acceso a Zona MACO 2019. El happening no fue tan lucidor como hace un año, en donde te encontrabas a la crema y nata de la sociedad mexicana, jugando a ser coleccionistas de arte. Hace un año, los meseros venezolanos (que en su patria no eran meseros) vendieron muchas más flautas de champaña en sus carritos itinerantes, que este año. En esta ocasión, eran mucho menos los personajes que realmente iban a comprar y más los que fuimos a criticar, artísticamente hablando. Había darketas tapizadas de tatuajes; varones con bilet en los labios; y claro, las sofisticadas “art advisors”, extranjeras que “aconsejan” a los más fifís del país, qué piezas de arte comprar. Son útiles para localizar a las mejores obras y distinguirlas de la verdadera basura, pues Zona MACO es inmenso.
Pero las “art advisors” también son parte de la Estafa Maestra. Yo amo aquello del arte conceptual que transmite ideas y que emociona; pero como economista también afirmo que el arte conceptual no se puede valuar monetariamente.
Los residuos de comida se han puesto de moda en el arte contemporáneo, desde toneladas de zanahorias ralladas hasta cáscaras de plátano. Una instalación de zanahorias, el año pasado, me rayó. Pero si yo fuese un “art advisor” honesto, le aconsejaría a cualquier fifí, que no pagase más de lo que le costarían esas legumbres en el Mercado de Sonora; pues ese tipo de obras se venden de $50,000 euros (más de un millón de varos mexicanos) para arriba! Y para colmo, el artista obliga al comprador ya sea a rallar zanahorias o a cambiar cáscaras de plátano, para el resto de sus vidas pues a este arte, lo llaman, interactivo. En muchas ocasiones, quien compra la obra firma una carta responsiva y en caso de que dejasen de cambiar las cáscaras según las instrucciones del artista, la obra se le confisca, sin devolverles el dinero.
Platicando con Mariana, dueña de la Galería de Arte Mexicano, hija de Inés Amor, gran visionaria del arte moderno en México y sobrina de la poeta Pita Amor; confirmé la hipótesis que tengo hace años; un día el arte conceptual se va a colapsar. En mi opinión el arte se va a volver a valorar, en gran parte, en horas- trabajo y técnica, además de por aportar una visión verdaderamente innovadora sobre el ser humano. No es posible que un rayón que le tomó al artista un día en crear, tenga el mismo valor monetario que un óleo de David Alfaro Siqueiros, quien aportó, no sólo al arte mexicano sino al pensamiento universal. Creo que sólo los nombres de una veintena de artistas conceptuales de lo que va del siglo XXI perdurarán.
Jackson Pollock, de los grandes padres del arte conceptual, incorporó el campo energético que rodea al hombre, dentro de su obra artística. Esto fue una gran aportación en el arte occidental en gran medida traído de oriente. El arte taoísta, el Chan de China que luego transmutó como Zen a Japón, tienen todo que ver con los vínculos energéticos del ser humano. La espontaneidad es clave, lo no racional, aprender a actuar con el hemisferio derecho del cerebro. El nombre de Pollock quedará grabado en la posteridad; pues fue el primero en incorporar y en generar una obra sin precedentes. Sin embargo, no es el caso de la cuarta generación que hace lo mismo. Yo le aconsejaría a los coleccionistas fifís, que el arte conceptual no es una buena inversión. Mejor se deberían enfocar en buscar a los futuros Tamayos, Kahlos, Sorianos, Izquierdos, Beloffs mexicanos y mexicanas, con su mismo talento conceptual y maestría en la técnica.
