Por Arturo Páramo
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Andrés Manuel López Obrador está inaugurando una temporada inédita.
Tras la jornada electoral y el rápido reconocimiento de su victoria por parte de sus adversarios y de las autoridades electorales, el tabasqueño dio inicio a una actividad inusitada que ha eclipsado incluso las actividades del propio Presidente de la República.
Su reunión con Enrique Peña Nieto, el nombramiento de Marcelo Ebrard como su futuro Secretario de Relaciones Exteriores y sus reuniones sectoriales con quienes conformarán su gabinete, ha generado una atención mediática sin precedente para los candidatos ganadores que le han antecedido.
En la batalla mediática y ante la expectativa generada por la amplitud de su victoria, López Obrador se apoderó de la agenda pública, anunciando consultas sobre temas tan sensibles como la eventual ley de amnistía, una nueva propuesta educativa, los nombramientos de su gabinete, licitaciones, presupuestos, viajes, proyectos de infraestructura, etcétera.
López Obrador parece tener prisa por comenzar a gobernar y por ello su despliegue de actividad, de diversidad de temas, de marcar, una vez más, la agenda diaria como lo hizo durante el periodo en que gobernó la capital del país.
Desde la mañana del 1 de julio, cuando acudió a votar, el candidato ganador de la elección presidencial estuvo rodeado de tumultos en sus apariciones públicas.
En sus trayectos de su casa en Tlalpan a la “casa de la transición” y al salón de fiestas en donde se efectuaron las reuniones con los futuros integrantes de su gabinete tuvieron una cobertura mediática que podría catalogarse de anecdótica, si no fuera porque su integridad personal se ha visto seriamente comprometida.
Provocado por la expectativa generada por él mismo, los medios se han encargado de seguir sus actividades públicas a lo largo de la semana y muchas veces han puesto en riesgo la integridad física de motociclistas, camarógrafos, fotógrafos y reporteros en persecuciones por toda la Ciudad.
El fenómeno no es inédito. Ya durante su paso por la Jefatura de Gobierno su seguridad fue tema de interés público y provocó la creación de un cuerpo de seguridad conocido como “Las Gacelas”, formado por chicas con entrenamiento policial.
Si bien ese cuerpo de seguridad tenía cierta fragilidad, era un intento de generar un círculo de protección en torno al Jefe de Gobierno de los capitalinos.
Ahora el debate se centró en que López Obrador ya fue electo como futuro Jefe del Estado Mexicano y su seguridad no debe estar en juego.
López Obrador ya limitó sus comparecencias ante los medios de comunicación a una al día y de las reuniones de gabinete se pasará a la fase de presentación de propuestas a la del trabajo fino, de negociaciones, generación de proyectos, acuerdos y de menor exposición mediática.
Entraremos a una fase de menor estridencia y de administración del capital político del candidato ganador que anhela entrar a los libros de historia.
Ante ese alud de actividad y de derroche de proyectos, propuestas, nombramientos, declaraciones y persecuciones, contrasta la parsimonia de acción de Claudia Sheinbaum, quien con un ritmo más pausado y sin aspavientos se encontró con el Jefe de Gobierno José Ramón Amieva, nombró a un equipo de transición y estableció agenda propia.
En medio de la frenética actividad de AMLO, casi en silencio, el PRD, partido que él dirigió, está en vías de perder su registro nacional y sólo quedará como una fuerza política regional, enfocada en la CDMX y el Estado de México.
La marca PRD ya no vende y por ello se discute seriamente extinguirlo y generar otra opción socialdemócrata.
Estamos, pues, ante una temporada inédita.
