Martín Takagui
Como si fuera un informe constitucional de gobierno, el presidente Andrés López Obrador dio a conocer, sin evidencia alguna, pero con toda la contundencia, que la Cuarta Transformación de la vida Pública de México avanza y que lo ocurrido en los primeros 100 días de su gobierno ha sido bueno para los mexicanos.
Al estilo del viejo régimen, cuando las cofradías gubernamentales de la primera mitad del siglo XX se reunían para regocijarse de sus logros, Palacio Nacional cerró sus puertas al pueblo, quien tuvo que informarse a través de los medios de comunicación y por las “benditas redes sociales”, como él las ha llamado.
Ante unos 300 invitados y todos los medios de comunicación reunidos en el Patio Central de Palacio de Gobierno, López Obrador mantuvo su estilo discursivo, exhibiendo a sus antecesores, señalándolos como los causantes de todos los males que vive hoy el país, pero sin asumir ninguna responsabilidad de lo que ocurre.
En los primeros 100 días de gobierno, dijo el Jefe del Ejecutivo que ha demostrado que sí existen formas distintas de gobernar y, sin duda, así ha sido en la historia contemporánea de México, no ha habido un presidente que hable con ese estilo y sin sustento, en muchos casos, de las acusaciones que siguieron reiterándose en su discurso.
En el estrado principal, aunque no se trató de un evento oficial, acompañaron al presidente y cobijaron al mandatario, el presidente de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, el ministro Arturo Zaldivar Lelo de la Rea, el presidente de la Cámara de Diputados, Porfirio Muñoz Ledo, el presidente del Senado de la República, Martí Batres Guadarrama y la secretaria de Gobernación, la ministra en retiro, Olga Sánchez Cordero.
Los asistentes, fueron pocos, pero de primera línea, los mandatarios estatales hicieron espacios en su agenda para acudir al llamado del Ejecutivo, ahí estaban las Claudias, Sheinbaum Pardo, y Pavlovich Arellano, mandatarias de la Ciudad de México y del estado de Sonora, de Morena y del PRI, respectivamente, únicas mandatarias mencionadas en su intervención por el presidente de la República. Y a pesar de que el evento inició con más de 30 sillas vacías, poco a poco y discretamente se fueron ocupando los lugares.
A lo largo de su discurso, López Obrador dejó lucir sobre su frente un chino plateado, una curva de cabello que casi llegaba a la ceja, que se movía y daba mayor énfasis al ímpetu que imprimió en diversos momentos de su discurso.
La televisión, en esta ocasión fue la principal ventana por la que el pueblo de México pudo ver a su presidente, el que lejos de caer de las simpatías ciudadanas, ha sabido ganar el respeto y la aceptación de los mexicanos, del pueblo, de los electores, pero que no acaba de convencer a los mercados, a los empresarios ni a quienes buscan la confianza que puede brindar una política económico-financiera acertada.
Cuando López Obrador era el principal opositor al gobierno, tanto de los regímenes panistas como priistas, aseguraba que el Ejército Mexicano y la Marina, eran fuerzas que violaban los derechos humanos de las personas, pero esta ocasión, ya demostró al mundo que estaba equivocado, pues hizo público su reconocimiento y su respeto a las fuerzas armadas.
Sin un protocolo especial, sin los honores de Jefe de Estado que se acostumbraban y sin mayores ceremoniales, transcurrió el mini-informe presidencial, pero sí fue un lugar para el reencuentro de quienes tradicionalmente asisten a este tipo de eventos.
Políticos de trayectoria, funcionarios de primer nivel, pero también líderes empresariales y los hombres de negocios de talla internacional y más importantes de México, sin cuyas inversiones y confianza en el país, la economía nacional podría verse en problemas importantes.
