El suicidio del músico y escritor Armando Vega-Gil, después de haber sido denunciado de manera anónima por abuso sexual, llevó a cuestionar el movimiento #MeeToo (Yo también) en México, surgido en las redes sociales con el fin de que las mujeres que han sido acosadas o violentadas sexualmente, denuncien sus casos y a sus agresores.
Como se sabe, el también bajista y co-fundador de la banda de rock Botellita de Jeréz decidió quitarse la vida el pasado lunes luego de conocer la denuncia, en la que una mujer lo acusó de haberla acosado sexualmente cuando ella tenía 13 años de edad y él, 50; esto es, hace 14 años.
Vega-Gil negó los hechos, pero su mundo se vino abajo. “Mi vida está detenida, no hay salida. Sé que en redes no tengo manera de abogar por mí, cualquier cosa que diga será usada en mi contra”, escribió en el tuit donde anunció su suicidio y en el que pidió no culpar a nadie de su decisión.
Su muerte conmocionó y avivó el debate sobre la validez de las denuncias anónimas sobre acoso y abuso sexual a través del #MeeToo. ¿Por qué se protege a las denunciantes con el anonimato y, por el contrario, se expone a los presuntos agresores? El movimiento ha señalado que cuando se trata de violencia sexual no sólo es válida la denuncia anónima, sino que es necesaria, ya que es la única forma de proteger a las mujeres de posibles represalias de sus agresores y evitar, también, que sean juzgadas o se cuestione su reputación.
Y esto es cierto. Lamentablemente, las mujeres que viven violencia sexual por lo general desisten de presentar una denuncia legal, ya que antes que nada son juzgadas por las mismas autoridades, luego revictimizadas y, al final, sus denuncias terminan por quedarse guardadas en un cajón pues no proceden.
No se diga si sus casos se hacen públicos en su círculo social y laboral. El escarnio contra ellas puede ser implacable. Sin embargo, también es verdad que desde el anonimato pueden generarse denuncias falsas por quienes se hayan sentido lastimadas por una relación fallida, o por quien busque dañar la imagen de otra persona por viejas rencillas o que, incluso, se formulen acusaciones desde perfiles falsos para denostar a alguien. Una denuncia anónima impide garantizar al acusado su derecho a la presunción de inocencia y el daño a su reputación puede ser irreversible. En el mundo virtual, no hay manera de defenderse y los juicios son sumarios. El suicidio de Armando Vega-Gil nos lo ha demostrado.
Sin embargo, ¿este hecho desacredita el objetivo del movimiento #MeeToo? No.
En todo caso, quizá deban replantearse los mecanismos y filtros para denunciar desde el anonimato.
Pero el movimiento es relevante. Si lo que se buscó fue alertar sobre la gravedad del problema del acoso y el abuso sexual contra las mujeres en nuestro país, me parece que lo ha logrado. Al abrir ese foro se pudieron conocer cientos de historias de violencia sexual mediante testimonios terribles e indignantes. Acosos y abusos de jefes, compañeros de trabajo, parejas o personajes públicos famosos, que van desde mensajes, tocamientos hasta violaciones sexuales.
Además, el movimiento permitió visibilizar una situación que erróneamente se ha considerado “normal”, donde la violencia hacia la mujer se ejerce con total impunidad y se genera, en muchos casos, desde una posición de poder, en la que una pareja, un jefe o una persona con fama o de reconocida reputación en su ámbito profesional, intimida para someterla sexualmente. Esto debe cambiar.
Así que no debemos perder la oportunidad que abrió el movimiento #MeeToo para que, como sociedad, tomemos medidas que permitan a las mujeres tener una vida sin violencia. Porque de lo se trata es que no haya más #MeeToo. Que no haya más “Yo también” fui acosada, abusada sexualmente, violada.
