Lorena Osornio
La juventud, aquel sector poblacional que en términos reales es el propio futuro de la sociedad que los alberga. Esa es la razón esencial del por qué es tan importante brindarles las mejores herramientas y oportunidades, pues son quienes continuarán forjando el futuro de nuestra sociedad. De nuestras acciones u omisiones como individuos y como sociedad organizada, dependerá la calidad de país que legaremos a nuestros hijos, sobrinos, nietos, etcétera.
Según informó el INEGI en el día de la juventud de 2018 (con datos de 2015), el monto de la población joven de 15 a 29 años de edad se colocó en 30.6 millones, es decir, el 25.7% de la población a nivel nacional, de la cual 50.9% son mujeres y 49.1% son hombres. Señaló además que la juventud se compone por 35.1% de adolescentes entre 15 y 19 años, 34.8% de jóvenes de entre 20 y 24 años y 30.1% que tienen entre 25 y 29 años de edad. Desafortunadamente los jóvenes se encuentran ante un panorama adverso y poco prometedor en el corto y mediano plazo, pues el egoísmo y complejo de superioridad inherente a toda la clase política contemporánea, ha propiciado la ingobernabilidad del país.
Ingobernabilidad que propició el hartazgo social que conllevó a que actualmente el gobierno lo detente MORENA, partido político favorecido por el voto de castigo a los partidos que históricamente han demostrado ser indiferentes a la necesidad del progreso nacional, con la “pequeña” salvedad de que el nuevo partido es en realidad el club de los rencorosos, de aquellos políticos que pese a llamarse democráticos, no están dispuestos a permitir la renovación de cargos si estos no son para ellos y sus cercanos. La democracia es de ellos y solo ellos entran en ese juego, por eso promovieron e implementaron la reelección y en consecuencia continuaremos viendo los mismos nombres y apellidos en las boletas electorales en el futuro inmediato, a menos que hagamos algo.
Como si lo anterior no bastara para desalentar sobre el futuro que les espera, los jóvenes en México que ya de por sí deben preocuparse por sortear las adversidades y desigualdades para acceder a la educación básica; lidiar con la creciente oferta de consumo de drogas y la carente oferta de actividades académicas, deportivas o culturales; el recorte a becas y programas sociales en su favor; la discriminación laboral; las limitaciones para obtener una alimentación digna; los múltiples casos de orfandad o desintegración familiar que vulneran la niñez y adolescencia de miles, ahora se suma la ola de violencia que los ha hecho objeto de sus actividades, ahora además de ser víctimas del reclutamiento de la delincuencia organizada, son presas de esta misma.
En la última semana atestiguamos los casos de jóvenes secuestrados y asesinados en la capital del país, ante la incompetencia e indiferencia de la Jefa de Gobierno y su Gabinete, quien le dio prioridad a un acto político convocado por el presidente, que cumplir su deber como gobernante y quedarse a trabajar para resolver la crisis de inseguridad de la Ciudad de México. Acto que por cierto careció de sentido luego de anunciarse un día antes que la causa por la cual se había convocado estaba resulta, al menos temporalmente.
El panorama es grave, pues esta generación de jóvenes está siendo reducida a un botín político que podrá capitalizarse rezagándolos en términos académicos, profesionales, participativos y económicos. Esa es la razón por la que se privilegió a la CNTE antes que a los estudiantes, por eso se intentó recortarles el presupuesto en educación, por eso el gobierno quiere comprar sus convicciones con ayudas económicas que solo cubren el síntoma y no la causa del rezago.
Y es por ello que no podemos permitir que se condene a nuestra juventud a formar parte del régimen clientelar que pretende el presidente. No lo permitiremos.
