Fernando Díaz Naranjo
Lo que antes escuchábamos con extrañeza y enojo decir a nuestros conocidos que los asaltaron, que les robaron su celular, o que vieron como le arrebataban la bolsa a una mujer, hoy es muy frecuente escuchar que muchos asaltos son a mano armada, que al vecino lo asaltaron y le propinaron una “cachazo”; que a otra persona la hirieron o de plano que a un delincuente se le soltó un disparo y mató a alguien.
Estas historias parecerían que estaban lejos de nuestro entorno, pero hoy, todos tenemos una historia que contar, ya sea de algún conocido o familiar o, inclusive, propia.
Hace apenas unos días me enteré de un muy querido amigo al que le mataron a su hijo en un asalto, truncando así la vida de un ser y destrozando de paso a dos familias, la del hijo asesinado y la de sus padres.
Estas circunstancias cambian la vida de cualquier ser humano y parecería que vivimos un vacío de la autoridad que debería estar para prevenir hechos delictivos, para darnos seguridad y para perseguir a los delincuentes y hacerles pagar, conforme a derecho, por los delitos cometidos.
Sin embargo, la autoridad ha demostrado incapacidad para cumplir su cometido argumentando, entre otros aspectos, exceso de trabajo. Y eso que, de acuerdo con datos públicos del INEGI, la cifra negra, es decir, los delitos no denunciados o peor aún, que no representaron alguna averiguación previa o carpeta de investigación fue, en 2017, de más del 93% a nivel nacional.
La delincuencia en nuestro país y, en particular, en la ciudad de México, está alcanzando niveles muy peligrosos que pudieran, inclusive, representar un motivo para que la población, como ya ha sucedido en algunas comunidades, empiece a ejercer justicia por su propia mano.
De acuerdo con la Encuesta Nacional de Seguridad Pública Urbana del INEGI (de junio de 2019), el 73.9% de la población de 18 años y más considera que vivir en su ciudad es inseguro (dato a nivel nacional).
Para el caso específico de la ciudad de México, los niveles de percepción social sobre inseguridad son verdaderamente altísimos: La región norte tiene un índice de percepción que alcanza casi al 87% de la población, le sigue la región sur con el 85.6% que, dicho sea de paso, en marzo se ubicaba en el 81.6%; la región oriente representa un 84.6% y la región poniente un 82.9% que, de igual manera, en marzo la percepción social se ubicaba en un 77%.
Cifras similares se manejan en ciudades como Chilpancingo, Guerrero con una percepción de inseguridad por arriba del 86%, Acapulco con el 83%, o bien, con Reynosa, Tamaulipas con un 87.7%.
Ante estas demoledoras cifras y ante los dimes y diretes del gobierno de la ciudad de México que refirió, primero, que no se haría uso de la Guardia Nacional y que, finalmente, ante los altos índices delictivos se cambió la estrategia, la población tiene nuevamente esperanza en que la inseguridad en nuestra ciudad capital baje considerablemente.
De acuerdo con una encuesta publicada por el Diario El Universal(18/07/2019), el 88% de la población de nuestra ciudad, consideró que la delincuencia es el principal problema que debe el gobierno atender de inmediato. A su vez, la población manifestó, en un 66% que la seguridad pública mejorará con la presencia de la Guardia Nacional, aunque sólo uno de cada 10 habitantes ha notado la presencia de la misma.
Esta esperanza que aún guarda la gente debe ser materializada en un muy corto plazo, de lo contrario, la población que voto por un cambio, por diversas promesas de campaña, y por su propia seguridad, pudieran convertirse en los verdugos de la presente administración y, la población lo sabe.
Además, conoce que el mejor momento de evaluar la gestión de un gobierno es en elecciones y éstas cada vez se encuentran más cerca; menos de dos años.
La autoridad sabe de estas cifras y los ciudadanos ya manifestamos nuestra percepción sobre la inseguridad, así que el gobierno debe actuar ya.
