Carla María Petrella
Durante las últimas semanas las disputas entre grupos internos de Morena han crecido y dejan ver una crisis, pero sobre todo una disputa encarnizada por el control de ese organismo político, a tan solo cinco años de haber obtenido su registro en el Instituto Electoral.
El pleito no es menor, y se ha incrementado con la cercanía del proceso de renovación de la presidencia del instituto político, en noviembre próximo. Bertha Luján, la ex Contralora de la Ciudad y madre de la Secretaria del Trabajo, Luisa María Alcalde, ya declaró que desea ocupar ese puesto, pero son dos los grupos verdaderamente fuertes que se están conformando en ese sentido: el encabezado por Yeidckol Polevnsky, actual Presidenta de Morena, y el de Gabriel García Hernández, Coordinador General de Programas Integrales de Desarrollo del Gobierno Federal.
Ambos personajes se han enfrascado en una guerra de mediana a alta intensidad que cada día cobra nuevas víctimas y que puede descomponer la gobernabilidad al interior de Morena.
La actual presidenta del partido es una de las mujeres más cercanas al presidente de la República y una de sus más férreas defensoras. Cuenta con el apoyo de Irma Eréndira Sandoval, secretaria de la Función Pública, y de su esposo, John Ackerman, considerado el ideólogo de Morena. Ha sumado a sus apoyos al senador Martí Batres.
Por su parte, Gabriel García Hernández es uno de los hombres más cercanos al presidente. No por casualidad es el responsable de los programas sociales en todo el país, lo que implica el manejo de recursos y de la estructura clientelar que se está construyendo. El senador Ricardo Monreal es uno de sus principales aliados.
Hasta el momento pareciera que el grupo de Polevnsky lleva ventaja, si se toman en cuenta los golpes mediáticos y políticos de las últimas semanas: la designación de Flor Ivone Morales, quien es parte del grupo de Batres, al frente del Comité Ejecutivo de Morena en la Ciudad; las acusaciones de que Gabriel García dobleteaba con un cargo en el gobierno federal y otro en Morena, y finalmente las siete investigaciones de la Función Pública contra el súper delegado de Jalisco, Carlos Lomelí. Pero el “Monje Negro”, como también se conoce a Gabriel García, hasta ahora ha salido bien librado de todas, y hasta parece que en él se aplica aquello de que “lo que no mata, fortalece”.
A esta contienda podría sumarse el diputado federal, Mario Delgado, identificado abiertamente con el grupo del canciller, Marcelo Ebrard, personaje al que, no obstante, difícilmente se le permitirá entrar al partido, pues eso serviría para fortalecer sus aspiraciones para suceder a López Obrador.
En noviembre serán las elecciones, pero Morena enfrenta ya diversos retos, como aprender a ser el partido en el poder o alcanzar definiciones programáticas de mediano y largo alcance, pero el más importante de todos es superar la dependencia hacia su líder, fundador y caudillo, que hoy ocupa la presidencia de la República.
De no encontrar su propio camino, Morena tendrá una vida mucho más corta que la del PRD y su agonía será tanto o más dramática que la del PRI. Ojalá la cúpula morenista entienda y aquilate los retos que enfrenta y logre anteponer los intereses de su partido a los puramente político-personales.
