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Medir el portazo

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Alejandro Zúñiga 

@TuFantasma

“Saber que no se sabe, eso es humildad. 
Pensar que uno sabe lo que no sabe, eso es enfermedad.” Lao Tsé 


Aunque el cisma del ex secretario de Hacienda, Carlos Urzúa -con todo y portazo- no provocó estragos inmediatos en los mercados financieros, los términos de su renuncia encienden todas las alertas para los mexicanos. 
 
El Presidente puede alegar sabotaje, incomprensión ideológica, resistencia al cambio y pleitos intestinos -normales en política- dentro del primer círculo del gabinete. 
 
Hasta puede desdeñar y desacreditar en público, como acostumbra, toda argumentación crítica contra su gobierno, pero en privado tiene que caber la prudencia y reconocer tropiezos, bandazos y errores. 
 
Con mayor razón si el portazo es de altos vuelos. Porque no se trató de cualquier renuncia, sino de la del responsable del manejo de todo el dinero de la hacienda pública, al menos eso pensábamos los mexicanos. 
 
Por eso, los términos de esa renuncia, claros y abiertos, conviene analizarlos en su justa dimensión, al pie de la letra. 
 
Deben ser revisados por el peligro que advierten a la sociedad y el riesgo que entrañan para el futuro económico del país. 
 
En primer lugar, el ex secretario denuncia que “en esta administración se han tomado decisiones de política pública sin el suficiente sustento”. 
 
Advierte que “toda política económica debe realizarse con base en evidencia, cuidando los diversos efectos que ésta pueda tener y libre de todo extremismo, sea este de derecha o izquierda”.  
 
Esto significa que hubo asignaciones presupuestales tomadas a la ligera, desinformadas y sin sustento, con una abierta ponderación ideológica-política. 
 
La otra crítica demoledora es de corrupción, al denunciar “la imposición de funcionarios que no tienen conocimiento de la Hacienda Pública… motivada por personajes influyentes del actual gobierno con un patente conflicto de interés”.   
 
Las revelaciones documentan que, al interior del lopezobradorismo, se libra una férrea batalla entre dos bandos. 
 
De un lado, los incondicionales y aduladores, venidos a funcionarios, incapaces de decirle no al Presidente y cuestionar una sola de sus decisiones, reacios a oír argumentos y razones. 
 
Un grupo que privilegia el amiguismo y proclive a la corrupción burocrática, por aquello de los “personajes influyentes del actual gobierno con un claro conflicto de interés”.     
 
Del otro -perdedores hasta ahora- los técnicos y profesionales que privilegian el bienestar del país, las decisiones fundamentadas y alertan al poder sobre los riesgos de determinaciones improvisadas, infundadas y obcecadas. 
 
El tamaño del ruido del portazo de Urzúa, debe asumirse como una oportunidad para revisar y evaluar las decisiones económico financieras y la capacidad técnico profesional de quienes las toman e instrumentan. 
 
Sin dejar de identificar, desde luego, a esos “personajes influyentes” con “claro conflicto de interés” que están haciendo de las suyas al interior del gobierno. 
 
Si no hubiera indicios de fallas, evidencias de errores y focos rojos encendidos, podría soslayarse cualquier portazo, venga de quien sea, pero se advierte turbulencia en el camino. 
 
¿No sería mejor escuchar la opinión de los que saben, antes de decidir?   
 
La soberbia, la obstinación y la indiferencia son los peores enemigos para gobernar un país. Es mejor medir el portazo. 

Lo nuestro es la #política en la #CDMX; si en verdad te late la grilla chilanga en las redes, visita nuestra página: https://elinfluyente.mx

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