Alberto Cuenca
A solo ocho meses de ocupar el cargo, Claudia Sheinbaum enfrenta una crisis de gobernabilidad. Existe un vacío de autoridad y no se aplica el Estado de derecho.
El gobierno local pasa por ese grave momento como resultado de las propias decisiones de la mandataria.
El mejor ejemplo de lo anterior es el manejo político, jurídico y mediático que su gobierno le dio al caso de la jovencita de 17 años que acusó a cuatro policías de haberla violado.
Una filtración de los datos contenidos en la carpeta de investigación fue la dinamita que hizo proliferar actos de vandalismo, cometidos a lo largo de la semana pasada por pseudofeministas en total impunidad.
No hubo gobierno durante los destrozos que esas manifestantes realizaron en instalaciones de la Procuraduría capitalina.
Mucho menos hubo gobierno en una manifestación que se salió de control el pasado viernes, cuando en plena anarquía se registraron agresiones a periodistas, daños a la estación del Metrobús Insurgentes, al Ángel de la Independencia, a negocios y a una estación de la Policía en la calle de Florencia.
La Policía se mantuvo ajena y rebasada ante el caos de ese viernes por la tarde, pero desde el inicio de su administración Sheinbaum decidió desaparecer a los granaderos, pues confió en el diálogo para resolver los conflictos. Eso sin mencionar que diputados de su partido eliminaron del Código Penal el delito de ultrajes a la autoridad.
¿Qué hizo Sheinbaum para aplacar la creciente crispación luego de filtrarse los datos de cuatro policías como presuntos violadores?
Primero desdijo a su jefe de la Policía, Jesús Orta, quien antes había reconocido que los cuatro uniformados laboraban de forma normal, pues no hubo imputación directa hacia ellos debido a que la víctima no ratificó su denuncia.
Pero Sheinbaum aseguró que los policías no se encontraban laborando, aunque días después y a través de redes sociales dio a conocer que había tomado la decisión de suspenderlos.
Luego, de forma por demás “oportuna”, una filtración a Noticieros Televisa de videocámaras de seguridad privada, buscó corregir los yerros de la filtración anterior.
En esos videos se constató que los cuatro policías jamás agredieron ni subieron a la patrulla a la joven de 17 años, desvirtuándose la acusación de la menor.
En el inter, Sheinbaum organizó un conversatorio con feministas plegadas a la 4T, como Marta Lamas y Malú Micher, quienes no se cansaron de lanzar loas a la mandataria, expiarla de culpas y decir una que otra sandez.
“Sí nos están cuidando, no nos están violando, pero lo que no han hecho lo están corrigiendo y lo han seguido corrigiendo día tras día”, dijo esa vez Malú Micher.
Ante el vandalismo, Sheinbaum no se cansa de asegurar que es un acto de provocación al cual su gobierno no responderá con el uso de la fuerza. Su argumento es que justo eso buscan los provocadores.
La justificación parece esconder un temor a tomar decisiones de mano dura que todo gobernante debe asumir, por más progresista que sea.
Porque ¿entonces dónde están los derechos de las otras personas, de los agredidos por esa turba violenta de pseudofeministas que se saben impunes?
Ese funesto viernes, en entrevista con Denisse Maerker, Sheinbaum reconoció que atrás de las protestas violentas hay grupos organizados cuyo objetivo es provocar a la autoridad. Dijo que su gobierno ya realiza la indagatoria para ubicarlos pero que no se trata de una investigación político-policiaca.
De forma irónica, temas relacionados con la violencia de género y de inseguridad han tomado mal parada a Sheinbaum.
Recordemos los abusos sexuales y hasta secuestros de usuarias en el Metro a inicios del año, un tema que la mandataria primero negó pero que terminó aceptando luego de una fuerte presión en redes sociales y de organizaciones no gubernamentales.
Hagamos memoria cuando dijo que no sabía de la delincuencia en el Ajusco medio.
La improvisación y la desinformación parecen ser el sello de este gobierno, aunque hay quienes aseguran que frente al panorama Sheinbaum ya piensa en anunciar cambios en el gabinete, los cuales urgen.
