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CRÓNICAS DE LA CIUDAD / Ilustre ‘desconocido’ que tiene su colonia

La colonia Jardín Balbuena es digna de recordar por sus hechos históricos.

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Pedro Flores

La colonia Jardín Balbuena está ubicada en un lugar lleno de relatos, en donde se conjuga la historia de  la  Penitenciaría, los inicios de la aviación mexicana con Alberto Braniff, el primer museo aeronáutico, la Cámara de Diputados; es cuna de grandes deportistas mexicanos, como los futbolistas  Enrique Borja, Hugo Sánchez, y de luchadores como los “Hermanos Dinamita,  Ray Mendoza, padre de la dinastía de “Los Villanos”, además de “El fantasma” y “El hijo del fantasma”, entre otros.

Estos terrenos, ubicados al oriente de la ciudad, tomaron popularidad cuando el 29 de septiembre de 1900 el entonces presidente Porfirio Díaz Mori, inauguró la penitenciaría, misma que había mandado construir en los “lejanos llanos de Balbuena”, en los que posteriormente la familia de Thomas Braniff, quien había llegado a México para construir el ferrocarril de Veracruz, apareció como dueña.

Pero… ¿por qué Balbuena? Quien haya puesto dicho nombre a este sitio de la ciudad se pierde en la historia, lo que se sabe es que le denominaron de esa forma en honor a Bernardo de Balbuena, aquel cura que en 1585 radicó en Guadalajara y en 1592 fue nombrado Capellán de la Real Audiencia de Nueva Galicia.

Si, ese mismo que fue nombrado protector de las minas del Espíritu Santo ubicadas en Nayarit y que entre 1610 y 1619 fue Abad de Jamaica, y para1620 lo ascendieron a obispo de Puerto Rico, en donde murió en 1627.

Muy pocos sabrán de quién se trata, tal vez sólo los que hayan leído el libro “Grandeza mexicana” (escrito en 1604) lo recuerden por el siguiente verso que dedica a nuestro país:

México hermosura peregrina,

y altísimos ingenios de gran vuelo,

por fuerza de astros o virtud divina;

al fin, si es la beldad parte del cielo,

México puede ser cielo del mundo,

pues cría la mayor que goza el suelo,

¡Oh ciudad rica, pueblo sin segundo,

más lleno de tesoros y bellezas

que de peces y arena el mar profundo!

 

Bernardo de Balbuena nació posiblemente en Valdepeñas, según otros, en Viso del Marqués, como hijo natural de doña Luisa Sánchez de Velasco y de don Bernardo de Balbuena, secretario de la Real Audiencia de la Nueva Galicia. Sus abuelos paternos fueron don Rodrigo de Balbuena y doña Teresa Martínez de Santisteban, importantes terratenientes del Viso, marqueses de Santa Cruz.

 

Los aviadores

La hacienda de la familia Braniff abarcaba desde donde ahora está la Cámara de Diputados hasta el Peñón de los Baños, cuyas aguas termales eran visitadas por los emperadores aztecas, dados los poderes curativos que contienen gracias al calcio, magnesio, sodio y potasio, y su temperatura llegaba hasta los 45 grados centígrados, ahora en plena extinción.

Alberto Braniff Ricard fue el hijo de Tomás Braniff y Lorenza Ricard, a quien ya se nombró anteriormente. Eran adinerados poseedores de acciones de bancos, minas y bienes raíces, que enviaron a su hijo a estudiar a Francia en donde se enamoró de la aviación, en la vieja Galia voló con Maurice Tabuteau y, posteriormente, con Gabriel Voisinen un biplano de frágil hechura.

A su regreso a México en barco procedente de Francia, el 28 de septiembre de 1909, trajo un avión Voisin equipado con un motor DNV de 60 caballos de fuerza a nivel del mar, que tendría el gran problema para armarlo por la falta de personal especializado en esa época.

No todo fue miel sobre hojuelas, los Braniff a pesar de que ya habían mandado a aplanar los terrenos de Balbuena, fracasaron en sus primeros intentos de despegar en 1909; se tuvieron que hacer  ajustes al motor y, sobre todo ,a la composición de la gasolina, ya que al principio el avión sólo dio unos saltitos del suelo.

Así, el 8 de enero de 1910, Alberto Braniff realizó el primer vuelo en México. En los periódicos locales salió la noticia: Se elevó 500 metros descendiendo de nuevo, corriendo por cerca de 200 metros, y luego volvió a elevarse como un pájaro hasta más o menos la altura anterior. Luego aterrizó y se acercó al hangar, donde los escasos presentes le tributaron un entusiasta aplauso…”.

De esta forma los llanos fangosos y en mal estado que albergaban caballerizas de la hacienda que pertenecían a la familia Braniff, se convirtieron en el primer aeródromo, en el mismo donde estuvo hasta la época de los años 50 un museo aeronáutico que desapareció con la urbanización.

En México, en 1943, en terrenos donados por Alberto Braniff en el ejido de Texcoco, ahora convertidos en la populosa colonia Moctezuma, se iniciaron las obras de la vieja terminal aérea, misma que todavía se puede apreciar en la película de Pedro Infante “Gitana tenías que ser”, cuya última escena se filma precisamente en los pasillos de dicho edificio.

Ya para 1954 dicho Aeropuerto se reubica, amplía y acondiciona para vuelos internacionales, creándose el Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México, en torno al cual se generan numerosos usos y actividades complementarias: bodegas, hoteles, agencias aduanales y oficinas que consolidan esta zona.

Alberto Braniff, quien después fundó la Braniff  Airlines, murió en la Ciudad de México el 17 de septiembre de 1966. Cabe hacer notar que Francisco I. Madero fue el primer mandatario que se transportó en un avión, y que Pancho Villa, quiso convencer al empresario para que uno de sus aviones se utilizara como bombardero.

 

Llegó la urbanización

La zona se empezó a poblar un tanto anárquicamente, todavía recordamos que en donde está  la alcaldía  Venustiano  Carranza se realizaban maniobras militares,  de ahí que una colonia aledaña al Jardín Balbuena se llame “Aeronáutica militar”, pues cuando Ernesto P. Uruchurtu, en 1952, siendo Jefe del entonces DF, ordenó el diseño y estructura de los arquitectos Mario Pani Darqui y Agustín Landa Verdugo.

En la colonia Jardín Balbuena destacan palmeras de corte californiano que adornan sus calles, sus jardineras y camellones arbolados, así como grandes áreas con pastizales, y “casualmente”, dada la cercanía con el centro de la ciudad propició que altos funcionarios compraran casas de lujo y, claro, las viviendas de carácter popular fueron repartidas entre burócratas y empleados de los bancos que otorgaban créditos hipotecarios.

Originalmente la colonia estaba compuesta por otros pequeños fraccionamientos: Merced Balbuena, Lorenzo Boturini, Aeronáutica Militar, Del Parque y Álvaro Obregón.

La Merced Balbuena fue colonizada. Primero se realizó con carácter residencial, y hoy en día quedan vestigios de estas casas venidas a menos, ya que en su mayoría han sido demolidas, es por ello que se pretende proteger la memoria histórica de la zona con la restauración de dichas

Como decíamos al inicio, este rumbo de la Ciudad de México ha sido cuna de grandes personajes del deporte mexicano que han dado lustre tanto en lo interno como en lo externo a nuestro país, como es el caso de Hugo Sánchez, quien fue a  la primaria “Estados Unidos de América”, ubicada en la avenida Francisco del Paso y Troncoso, casi enfrente de la Delegación Venustiano Carranza.

Otro futbolista reconocido y vecino de esta colonia fue Enrique David Borja García, mejor conocido como Enrique Borja, goleador de los Pumas y “pirateado” por el equipo América, quien vivió en el retorno de Fray Servando T. de Mier, en la Unidad 4 del edificio 10, al final de Cecilio Robelo.

Dentro del mundo de la Lucha libre hay mucho ejemplos de  habitantes de dicha colonia, como los “Hermanos Dinamita”, “Cien Caras” y sus hermanos Máscara Año 2000 y Universo 2000.

Otra familia importante es la del señor José Díaz Velázquez, mejor conocido como Ray Mendoza, padre de la dinastía de “Los villanos”; también se encuentra el presidente de la Comisión de Lucha Libre , “El fantasma”, y su vástago, ”El hijo del fantasma”, que tienen su gimnasio “Domo Gym Phantom”.

Un excelente pugilista de Tepito que llegó ahí cuando las autoridades le dieron un departamento, donde vivió hasta sus últimos años fue Raúl “El Ratón” Macías, aquel que decía que todo se lo debía a su mánager y a la Virgen de Guadalupe.

Su casa está ubicada en Cecilio Robelo, a unos cuantos pasos del Hospital de Balbuena, en donde todavía vive su esposa, Yolanda Calderón, a quien conoció en la segunda cerrada de Díaz de León.

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