Carla María Pretella
El Plan Nacional de Desarrollo (PND) es el documento que sirve de base a cualquier gobierno. Se trata de un texto en el que se incluyen los objetivos prioritarios que dan rumbo en un sexenio; de ahí la importancia de que los diputados lo aprueben en los primeros meses de una administración.
A pesar de que la oposición planteó diversos objeciones, como falta de estrategia, objetivos y metas, el documento que fue presentado por la presidencia de la República —de tan sólo 60 página— fue aprobado por la mayoría en la Cámara de Diputados, poniendo en evidencia, una vez más, la poca capacidad de Morena para negociar.
Para nadie dentro del gobierno federal es un secreto que el desorden, la falta de experiencia de los funcionarios, la austeridad, el no contar con una estructura suficiente y la desconfianza de los grupos son el pan nuestro de cada día en todas las dependencias.
Políticos convertidos en asesores de temas petroleros, de los cuales no tienen idea; dirigentes de organizaciones sociales acostumbrados a grillar pero no trabajar, ex asesores que hoy ocupan cargos de dirección sin tener idea de cómo se trabaja en la administración bpública, son los flamantes funcionarios de la cuarta transformación. El mérito en todos los casos proviene de una de tres opciones: o porque se participaron en la campaña de Andrés Manuel López Obrador, o porque se traicionaron a algún partido o porque son amigos de los cercanos al presidente.
Prácticamente nadie tiene idea de lo que se hace en las distintas dependencias; no sabe cómo se organiza una oficina y no sabe delegar responsabilidades, pero curiosamente tampoco se deja ayudar, debido a que la soberbio una de las principales característica de los agentes activos de la 4T. Comentarios como estos son muy frecuentes entre los trabajadores de las secretarias federales, un gobierno que ha venido caminando a ciegas debido a la falta de un Programa Nacional de Desarrollo, aunque en realidad esa no es esa la única razón del caos.
En realidad la nueva burocracia está inmersa en las grillas y desconfianzas de quienes forman parte de los grupos morenistas, encabezados por Ricardo Monreal, Marcelo Ebrard, Martí Batres y los hijos del presidente, y lejos de que estos personajes pongan orden en las dependencias cada día éste se ve más y más lejos. Sin olvidar que fueron ellos mismos quienes generaron la anarquía al desmantelar todo el trabajo que, bien o mal, había dejado la administración pasada.
A un año del triunfo de López Obrador en las urnas y de que en los hechos su grupo tomara el control del gobierno, queda demostrado que quienes hoy gobiernan no hicieron nada en los seis meses de entrega-recepción para prepararse y tener el terreno que les permita implementar la 4T y las condiciones necesarias para lograr el tan anunciado cambio radical en las políticas públicas para el combate de la pobreza.
Pero en los siete meses que ya tiene el gobierno de Morena tampoco se ha hecho el trabajo necesario para plantar el sustento legal que ajuste las nuevas atribuciones de cada secretaría para que éstas comiencen a dar resultados.
Y mientras tanto la seguridad, la economía, la crisis migratoria y la llegada del sargazo a las playas del Caribe siguen empeorando, aunque la aceptación del gobierno se mantiene debido a que todo descansa sobre la popularidad y carisma del presidente. La pregunta es ¿cuánto tiempo este gobierno seguirá caminando sin dar resultados?
