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Pórtense bien

Respetaré todas las recomendaciones de la Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH), decía Andrés Manuel apenas en diciembre pasado.

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Hugo Morales Galván

Habituado al Yo del espejo en que se mira todos los días, sin un atisbo de crítica de su corte, el presidente de la República camina con su egolatría al creerse elegido de los dioses. No le preocupa mentir. Lo hace una y otra vez. Por fortuna las benditas redes sociales le enrostran uno tras otro dislate. Nunca viviré en Palacio Nacional, dijo a quien quisiera escucharlo. Retiraré al Ejército de las calles, lo mandaré a sus cuarteles. Los soldados violan derechos humanos y han reprimido al pueblo, decía en mítines públicos ante la aclamación de sus fieles. Brazos abiertos a la migración, fronteras abiertas. Respetaré todas las recomendaciones de la Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH), decía apenas en diciembre pasado. Ofrecía un país renovado y sus millones de seguidores volteaban a ver con desprecio a los perdedores, ante el futuro celestial que se avecinaba.

La semana pasada reunió a todos su gabinete, incluidas las Fuerzas Armadas, para homenajear a Benito Juárez en Palacio Nacional y escucharan a su esposa hablar del renacimiento del Prócer de Guelatao. Incrédulos los funcionarios escucharon formaditos la cursilería de la escritora. Andrés Manuel López Obrador, ya durmió en Palacio Nacional en el departamento construido, para imprevistos, por su pesadilla, Felipe Calderón Hinojosa. No le importó que cerraran espacios históricos de visita pública, porque como corresponde al rango que ocupa, debe de haber máxima seguridad ahora que es inquilino del histórico Palacio. Tiene una paranoia por parecerse a Benito Juárez, por la cual sus asesores en imagen copiaron y lo peinaron de manera similar al histórico mandatario oaxaqueño. Así se  presentó en sus primeras apariciones como presidente electo.

No regresó a los militares a sus cuarteles, sino que ha entregado su gobierno al titular de la Defensa Nacional, Luis Crecencio Sandoval González, y al de la Marina, José Rafael Ojeda Durán. Presumió la desaparición del Estado Mayor Presidencial. Sin embargo, persiste el cuerpo de élite. Se sencarga de su seguridad en todos sus movimientos. Diseña la estrategia de protección por cuanto lugar se le ocurre trasladarse al Presidente, con un costo superior porque ahora desde semanas antes y con mayor énfasis en días previos, efectivos del Ejército toman posición en Estados, municipios, plazas y hoteles. Su ayudantía dirigida por un cheff no sirve. López Obrador entrega su seguridad a quienes el gobierno de Estados Unidos le tiene desconfianza por sus vínculos con la delincuencia organizada. No en balde, son generales los vinculados al robo de combustible, alguno ya detenido y otros en proceso. El titular del Ejecutivo hizo a un lado a la Marina, cuya labor de inteligencia y de trabajo con autoridades estadounidenses permitió los grandes golpes al narcotráfico en los sexenios anteriores, el descabezamiento de cárteles y la doble detención de Joaquín “El Chapo” Guzmán.

Con respecto a la CNDH, hoy califica como aberrante sus recomendaciones. Y su gobierno lo replica.

Dueño de una tribuna diaria donde es juez y juez, no hay parte, la parte es sólo él, López Obrador cuenta una tras otra mentira apoyado en “otros datos” sin esperar cuestionamiento alguno del grupo adiestrado de la primera fila de sus conferencias mañaneras donde ya hay todo un catálogo de apodos para sus ocupantes. “El molécula”, “la güera kenyana”, “el vaquero caliente”, “la güera sólida”.  Son quienes antes del inicio de la rueda de prensa, reciben una tarjeta de lo que le deben preguntar.

El propio Presidente se ha encargado de documentar una a una sus mentiras. Exhibirlo es intolerante para él. Por eso estalló contra medios de comunicación que cuestionaron su ahora nueva residencia en Palacio Nacional, que es un monumento histórico; que el dueño de TV Azteca y uno de sus principales aliados, Ricardo Salinas Pliego, esté involucrado en Fertinal y su gobierno no lo quiera investigar; que contrario a la austeridad que presume, pague un campamento de verano de 40 mil pesos a su hijo menor; o que insistan en que la situación económica de México coloca al país en una recesión técnica.

Ya hubo una primera advertencia suya a los medios críticos para portarse bien, “si no ya saben lo que les pasa”. Ahora es una amenaza si no apoyan su “transformación”. ¿Qué sigue?

Lo nuestro es la #política en la #CDMX; si en verdad te late la grilla chilanga en las redes, visita nuestra página: https://elinfluyente.mx

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